La Fe de Abraham abinu

La perashah de esta semana se llama Lej Leja, que literalmente significa «Vete para ti», porque así es como comienza: «Pero el Eterno había dicho a Abram; Vete para ti de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.»

Ante todo, «Vete», ve hacia ti, búscate. Para ser consecuente con ello, deberás irte de tu tierra, de tus arraigos materiales; de tu patria», de todo lo recibido por vía emocional, de tus arraigos afectivos; y «de la casa de tu padre». De la cultura y la civilización, de toda la estructura moral e intelectual en que había vivido hasta entonces.

El llamado Lej leja [Vete para ti] que Elokim hace y que Abraham acepta, es la base moral que sitúa al individuo por sobre lo general, a la persona por sobre la mayorías. Si bien Lej leja es un camino individual, en términos de obligar a cada persona a no evadirse de su propia responsabilidad que deriva del valor de su ser. No niega a la comunidad lo genérico, sino que lo sitúa como valioso también, pero en la medida que cumpla con su rol subordinado al ser humano.

Los relatos bíblicos no tienen valor narrativo. Cada acto posee un profundo significado moral, enseñando algo no solo a nuestra mente para adquirir conocimientos, sino sobre todo a nuestro corazón. Por eso la Torah abandona lo trascendental y se preocupa por una pequeña familia, la de Abraham, de sus vicisitudes y dificultades. Con Abraham comienza la historia de los patriarcas y del pueblo hebreo. Las primeras generaciones se sucedían unas a otras.

La Torah no nos facilita una biografía completa de Abraham, solo una serie de imágenes impactantes.

El Talmud explica que el padre de Abraham era fabricante de ídolos, de objetos de culto materiales, y que en estos ídolos localiza Abraham su rebelión. Abraham abinu [nuestro padre] no acepta el culto «horizontal» y la idolatría mayoritarias en su época, si no que busca trascenderlos. Se elige a si mismo para la rebelión y la transgresión y es elegido por Elokim para hallar el monoteísmo.

Que dolorosa y poderosa experiencia tuvo que ser para que él. Decicir sacar a su familia y cortar los lazos que la unían a su civilización. Que sentimiento pudo tener él, si no el de futilidad de su propia existencia. Abraham mucho más grande que su padre, pudo dar respuesta a ese dolor, iniciando el camino que puede incluir a cada individuo, a cada nombre, y entender que lo valioso de este mundo reside en el aporte que cada una de las personas puede hacer. Todas ellas de distintas y potenciales buenas, si actúan proclamando el nombre de HaShem. Cuando Abraham proclama el nombre de Elokim reconoce solo en Él, el fundamento del valor de cada ser humano.

Dentro de la vida de Abraham y su importancia, podemos ver como su imagen era poco común. En los capítulos 14 y 15 de la Torah, se nos muestra su carácter. Cuando Abraham, que aun se llama «Abram», se entera de la derrota de Sodoma y Gomorra, de la expulsión de Lot y su familia que vivían allí, no busca los consejos de Elokim, ni reza pidiéndole su ayuda. Con gran confianza en sí mismo, consigue reunir inmediatamente un grupo de 318 soldados ya bajo su mando, y se dirige rápidamente en pos de los invasores victoriosos. Los alcanza por el norte en la ciudad de Dan, causando su derrota definitiva, gracias a un osado ataque nocturno, y después persigue a los supervivientes hasta el norte, más allá de Damasco.

Al regresar, la generosidad de Abraham iguala a su valor militar. Le entrega todo el botín al rey de Sodoma, renuncia a su parte y solo pide los víveres de sus hombres y una parte para sus aliados. Es la virtud y no el provecho lo que dicta la conducta de Abraham abinu. En este relato Elokim no desempeña ningún papel para Abraham, salvo una referencia pasajera en su promesa de no dejar que el rey de Sodoma le dé riquezas.

El tono que domina el capítulo 15 es totalmente diferente. Una vez más, Abraham parece completamente pendiente de la generosidad Divina. HaShem le asegura: «No tengas miedo, Abraham, soy tu escudo; la recompensa será grande [Bereshit (Gn) 15:1]». La palabra hebrea para escudo es «Maguen», como en la frase «Maguen David», y aquí extrajeron los Rabinos para completar la última frase de la primera berajah [bendición] de la ‘Amidah [parte central del rezo]: «Maguen Abraham», el escudo de Abraham.
Según nos cuenta la ‘Amidah, una familia o nación desamparada y sin hogar depende del amparo y la protección constante de Elokim.

En resumen, los dos capítulos presentan contrastes. El capítulo 14 muestra un guerrero formidable acostumbrado a las formas y reglas del antiguo arte militar, capaz de haberse apoderado de Canaán tranquilamente después de derrotar a sus vencedores forasteros. El capítulo 15 reafirma la imagen mas común de Abraham abinu, como dechado de fe para quien la vida interior representa el más importante campo de actividad humana y de gloria.
Como tal, nuestro patriarca Abraham se muestra en un papel más receptivo y sumiso. En la &uacte;ltima parte del capítulo acepta sin protestar, la noticia de que sus descendientes no llegarán a heredar la tierra que él había venido desde lejos a ocupar. Hasta transcurrir un período de 400 años en una tierra extranjera marcado por mucho sufrimiento.

Lo que podemos observar en esta perashah Lej leja, es que Abraham, nacido en el seno de una familia «acomodada», no se va por ninguna persecución política ni por crisis económica.
En esa situación, separarse de las propias raíces es una de las mayores pruebas a las una persona se puede someter. Sin raíces culturales, familiares, sociales, espirituales ni geográficas, el hombre carece de un universo referencial con que identificarse: Abraham se fuerza a vivir al máximo nivel de soledad existencial.

Abraham abinu se transforma en un elegido. Pensar diferente a la sociedad, el poder establecido, atreverse a enunciarlo públicamente, es un acto de grandeza y honestidad. Abraham se atreve a emprender un nuevo camino, a tomar para sí los riesgos, los dilemas y las dificultades; cree en una idea, forja un ideal, y transita fielmente el camino de su creación.

La grandeza de Abraham abinu radica en su coraje y valentía. La revolución de Abraham es mas humana y social que filosófica. El concepto de elegido, nacido con Abraham, radica al menos en principio, en una actitud especifica del hombre.
Se manifiesta como un «libre pensador» que no acepta coercitivamente las concepciones de vida predominantes en su época. Abraham abinu, un hombre que hacía preguntas y quería entender. Prototipo del revolucionario honesto, cuya actitud está diáfanamente determinada por los valores que sustenta su fe. Dista mucho de esa imagen que tenemos de un pastor «viejito de barba» que lleva a su hijo al sacrificio, sintiéndose impotente. No se trata de eso, sino de grandeza moral y espiritual.

La fe que Abraham adquirió por su cuenta siendo adulto, no le exigió un rechazo absoluto de su mundo. Le dio fuerzas para actuar de una forma inteligente, decisiva y moral cuando surgiese la necesidad.
Por instinto, luchó por el equilibrio y la integración. Lo que los Rabinos pretendían expresar con su hermoso lenguaje, cuando nos avisan de que: «No levantemos la valla más alto de lo imprescindible, ni más grande que su contenido, para que no se venga abajo algún día y destroce los brotes«. La verdadera fe es capaz de actuar de forma interactiva con el mundo, puesto que su auto control surge del interior.

Aun cuando es cierto que Abraham abinu protesta: La protección de Elokim pero sin descendencia sirve de bien poco. Elokim responde que tendrá ambas cosas: Tanto hijos como estrellas en el cielo hay. Y esta promesa hace que Abraham, ya bastante viejo, recobre su fe. No es demasiado tarde para que HaShem permita que Sarah y Abraham tengan hijos. Es significativo que la Torah añade: «Y creyó a HaShem y le fue contado por rectitud» [Bereshit (Gn) 15:6].

Si bien es cierto que así como para Abraham no fue tarde para que recobrará su fe, también es cierto que no es tarde para todos nosotros para recobrar o tener por primera vez y para siempre fe en el Creador.
La verdad es que pocos entendemos o comprendemos lo que es la fe.

Cuando Elokim habló con Abraham, le prometió muchas cosas. Que sería bendecido, que se engrandecería su nombre. Sin embargo, todo esto dependía de una sola condici&oacuet;n: que Abraham fuera motivo de que la gente bendijera a HaShem. Esa debía ser la esencia de la relación del Creador con el hombre, que a través de cada una de sus acciones, este santificara el Nombre de Elokim; así traería bendición a los labios del mundo.

Cada hombre es un embajador. Nuestros actos son finamente escudriñados. Si se nos coloca en un nivel superior, tanto a los individuos como a toda la nación, se debe a que el mundo, en forma subconsciente reconoce que nuestra tarea en este mundo es «ser una bendición», vale decir, santificar el Nombre de Elokim.

Nuestra responsabilidad es permanecer firmes en nuestra atención hacia El Eterno, después todas las cosas serán hechas en perfección por Él. Y las recompensas las encontrarás apoyándote en HaShem y aprenderás los secretos de Su poder sustentador y guardador.

«…Porque todo lo que es nacido de Elokim vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Jn 5:4).

Shalom alejem!

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