De mitos y religion

Por Rev. Alfonso Herrera Perez

—“Mashiaj no es religión; es un estilo de vida”. Usted seguramente ha escuchado, o leído, esta afirmación en alguna parte. Esta se ha vuelto tan popular que ha pasado a formar parte integral del evangelio. La realidad, sin embargo, es que esta doctrina es sólo un mito. En algún lugar perdido en el tiempo, alguien tuvo la gran idea de mencionarla, seguramente en un púlpito. A partir de ese momento fue adoptada y establecida por la iglesia como la bandera de entrada al discurso evangelístico.

¿Conoce usted una religión que no sea un estilo de vida? ¿Conoce usted un estilo de vida que no sea básicamente una religión?. Un musulmán, por ejemplo, no se parece en nada a un católico, ni este a un budista, ni ninguno de estos dos a un creyente en Yehoshúa. Cada uno predica una doctrina que difiere radicalmente de cualquier otra. Cada uno de ellos se comporta diferente a otros. Cada uno realiza un culto de una manera muy peculiar; en otras palabras, cada uno de ellos cuenta con un muy particular estilo de vida… o religión.

Al buscar en la enciclopedia el significado de la palabra “religión” encontré lo siguiente: “Conjunto de creencias y prácticas relativas a lo que un individuo o grupo considera divino o sagrado”. Apegándonos a la anterior definición no nos queda otra alternativa que aceptar el hecho de que, el cristianismo, es una religión. Cuenta con ministros, misioneros, edificios, seminarios, congresos, un Libro Sagrado —La Biblia—, grupos de jóvenes, de ancianos, de niños y matrimonios. También practica la oración, el bautismo, el ayuno, recolecta diezmos y ofrendas, ora por los enfermos, predica la vida eterna a quienes aun no cuentan con ella, realiza matrimonios religiosos, funerales etc, etc, etc. El cristianismo, al contar con este cúmulo de creencias y prácticas —propias de una religión—, ¡Es una religión! ¡No puede ser nada diferente a eso!

No debemos dejar de lado la posibilidad de que quien creó el mito de “Mashiaj no es religión sino un estilo de vida”, haya tenido razón, en cierta medida. Pero antes examinemos, de acuerdo a la Escritura, algunos rasgos de la verdadera religión.

La verdadera religión es aquella que, además de contar con los elementos y características antes mencionados, fomenta en el creyente los siguientes cambios.

Su vida cuenta con el potencial necesario para influir en el mundo —la sociedad— en la que se desarrolla y crece. Es lo que el libro de Judíos Mesiánicos/Hebreos 11:33-35a “Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos,…” Alguien tiene que ser factor de cambio en este mundo cada vez más caótico. El mundo cuenta con grandes estadistas, políticos, filósofos, científicos, líderes religiosos y muchos otros que realizan grandes cambios con fines aparentemente altruistas. Pero sólo el verdadero creyente en Yehoshúa puede hacerlo de manera permanente y poderosa ¿la razón? Muy sencilla: él es un instrumento del Eterno para tal fin. El es creador de cambios.

Esta dispuesto a entregar la vida por su fe. No le importa el precio a pagar por su religión:”…pero otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron oprobios, azotes y, a más de esto, prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada. Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados. Estos hombres, de los cuales el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.” Judíos Mesiánicos/Hebreos 11:35-38.

Cuenta con las características mencionadas en Santiago 1:26-27.

Refrena su lengua. Esto es, se abstiene de Lashon Hará. Para él debe ser una prioridad cumplir de manera minuciosa el noveno mandamiento del “Libro de las Instrucciones de Elohim para la Vida”, malamente llamado ley; “No dirás falso testimonio contra tu prójimo.”

No se engaña a sí mismo creyéndose justo. En pocas palabras, es auténtico y sin la menor intención de “simular” ser una persona “buena”, sin serlo realmente.

Es un fiel practicante del amor del Eterno, reflejado este, en la misericordia hacia las viudas y los huérfanos —Y por extensión, a los más necesitados.

Es santo en todos los aspectos; Cumple con el mandamiento de “guardarse sin mancha del mundo”. Quizá esta es la característica que el cristiano promedio critica más en un condiscípulo cuando lo llama “religioso” de manera por demás despectiva… creyéndose superior u “orgulloso” de no contar él con ninguna religión.

Si las características antes mencionadas prevalecen en el creyente, seguramente está cubriendo los requerimientos mínimos que Hashem le impone en cuanto a vivir la religión práctica en cada momento de su vida. De lo contrario no podrá evitar el contar con una religión vana, pero al fin una religión, pues este hecho nadie lo puede evitar. El color rojo siempre será rojo, y no puede ser de otra manera. Tal vez se podrán cambiar los tonos del color…pero siempre será el mismo rojo.

La mentalidad racionalista ha interpretado, por mucho tiempo, al mito como algo simplemente carente de realidad y perteneciente a un estadio cultural anterior a la razón. Freud en el contexto de la psicología y Jung en el de la fenomenología religiosa sostienen que: “el mito tiene realidad en la medida en que simboliza todo aquello que escapa a una formulación racional”. Pero debemos puntualizar lo que realmente es un MITO: relato fabuloso que refiere acciones de dioses o héroes, destinado por lo común a dar una explicación imaginativa y no racional de la realidad. Todo aquello que alguien inventa —sin ser verdad— para que circule como verdad cuando no existe más que en la imaginación de la persona es un mito.

¿Qué procede hacer al respecto? ¿Cómo podemos desmitificar la afirmación de que “Mashiaj no es religión”? Poniéndonos en la realidad y la verdad declarada por la Escritura; no hay otra forma de sustentar una doctrina que merezca el calificativo de Bíblica.

Nuestra posición debiera ser la de orar al Eterno para que las declaraciones doctrinales salidas de los púlpitos cuenten con bases bíblicas sólidas. Desarrollar en el creyente el amor por el estudio debería ser labor diaria desde el púlpito. De esta manera el sensacionalismo y el emocionalismo creados por los mitos no minarán la fe y la sana doctrina. Así como el mito del “Triángulo de las Bermudas” no puede ser verdad por carecer de bases científicas, El mito de “Mashiaj no es religión” no puede ser verdad al carecer de bases Biblicas. ¡Digamos no a los mitos!

Hasta la próxima.