Las dos recompensas de Yaakob 2a parte

En la charla pasada vimos un poco de la vida de Yaakob abinu, quien en su nacimiento daba el ejemplo de su esfuerzo, perseverancia, astucia y recompensa que obtuvo con ello.
Su esfuerzo en un principio fue físico. Luchó con su hermano de una manera sorprendente. En lo intelectual, al no poder obtenerlo usando la fuerza, tiene que cambiar de estrategia. En ese cambio de estrategia está la perseverancia. No fueron pocos los años que transcurrieron entre el nacimiento y el episodio de las venta de la primogenitura.
Su astucia se ve cuando supo aprovechar el momento oportuno. Después de haber trabajado por ello, obtuvo su recompensa.
La enseñanza fue: Esfuérzate y trabaja en aquello que anhelas obtener, tal como el patriarca lo hizo. Disponte a pagar el precio que ello requiera.

Algo que Rab Ávila ayudó a clarificar, es tener bien definidos los objetivos. Recuerda: «Aquel que no sabe a dónde ir, ciertamente ya llegó».
El patriarca lo ejemplificó, haciéndolo no una sino en diferentes ocasiones. Rápidamente se pueden mencionar tres:
1.- La primogenitura.
2.- Trabajar por la mano de su esposa
3.- La lucha que tuvo con el varón

En estos episodios, Yaakob abinu tenía claros sus objetivos, trabajó y lucho para alcanzarlos.

En esta segunda parte quiero considerar algunos sucesos ocurridos es el segundo ejemplo. Cuando el patriarca se dirige a la tierra de su madre, en busca de esposa. Con ello conocerá cuál es la segunda «recompensa».
Cabe mencionar que esta conferencia se deriva de un estudio de Rab titulado: «No robar, ni mentir, ni engañar al prójimo».

Para comenzar, considera el siguiente episodio en la vida de Yaakob:
Bereshit [Gn] 27:1-4 Aconteció que cuando Itzjak había envejecido, sus ojos se debilitaron, y no podía ver. Entonces llamó a Esav, su hijo mayor, y le dijo: —Hijo mío. El respondió: —Heme aquí. Le dijo: —He aquí, yo ya soy viejo y no sé el día de mi muerte. Toma, pues, ahora tu equipo, tu aljaba y tu arco, y ve al campo a cazar algo para mí.
Luego hazme un potaje como a mí me gusta. Tráemelo para que coma, y yo te bendiga antes que muera.

Estaban prontos los días de que Itzjak abinu se reuniera con su padres. Se dispone a bendecir a su primogénito como era costumbre. Le da instrucciones precisas para que esto se llevara a cabo.
En este evento influía un factor muy importante, el amor de los padres.
Bereshit [Gn] 25:28 Y amó Itzjak a Esav, porque comía de su caza; pero Ribkah amaba a Yaakob.

Si bien no es el tema de estudio, cabe mencionar que no es muy sano tener un favoritismo muy marcado hacia un hijo. Esto fue algo que influyó en el desenlace del evento.
Bereshit [Gn] 27:5-17 Y Ribkah estaba oyendo, cuando hablaba Itzjak a Esav su hijo; y se fue Esav al campo para cazar lo que había de traer. Entonces Ribkah habló a Yaakob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esav tu hermano, diciendo: Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga delante de HaShem antes que yo muera. Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Ve ahora al rebaño, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos un guisado para tu padre, como a él le gusta; Y tú lo llevarás a tu padre, y comerá, para que te bendiga antes de su muerte. Y Yaakob dijo a Ribkah su madre: He aquí Esav mi hermano es hombre velludo, y yo lampiño. Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por engañador, y traeré sobre mí maldición y no bendición. Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz, y ve y tráemelos. Entonces él fue, y tomó, y los trajo a su madre; y su madre hizo un guisado, como le gustaba a su padre. Y tomó Ribkah la ropa preciosa de Esav, su hijo mayor, que ella tenía en casa, y vistió a Ia’akob su hijo menor: Y le hizo vestir sobre sus manos y sobre la cerviz donde no tenía vello, las pieles de los cabritos de las cabras; Y entregó el guisado y el pan que había aderezado, en mano de Ia’akob su hijo.

El amor que Ribkah tenía hacia Yaakov, por ser su «favorito», marcó el camino que él seguiría para obtener esa bendición.
Bereshit [Gn] 27:18-27 Y él fue a su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, ¿quién eres, hijo mío? Y Ia’akob dijo a su padre: Yo soy ‘Esav tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendiga tu alma. Entonces Itzjak dijo a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque HaShem tu Elokim hizo que se encontrase delante de mí. E Itzjak dijo a Yaakob: Acércate ahora, y te palparé, hijo mío, por si eres mi hijo Esav o no. Y se acercó Yaakob a su padre Itzjak; y él le palpó, y dijo: La voz es la voz de Yaakob, más las manos, son las manos de Esav. Y no le conoció, porque sus manos eran velludas como las manos de Esav; y le bendijo. Y dijo: ¿Eres tú mi hijo Esav? Y él respondió: Yo soy. Y dijo: Acércamela, y comeré de la caza de mi hijo, para que te bendiga mi alma; y él se la acercó, y comió; le trajo también vino, y bebió. Y le dijo Itzjak su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. Y él se acercó, y le besó; y olió Itzjak el olor de sus vestiduras, y le bendijo, y dijo: Mira, el olor de mi hijo como el olor del campo que HaShem ha bendecido:

Salta la pregunta, ¿lo que hizo Yaakob fue correcto?
Esta interrogante me trajo a memoria el concepto en que algunos sectores del judaísmo tienen sobre los patriarcas. Los muestran como unos varones perfectos. Sin embargo, a partir de este episodio, analizando un poco la vida del patriarca, se puede ver su condición humana. La cual no demerita la gran trascendencia que tuvo, pero si nos deja una enseñanza.

Al momento en que Yaakob se presenta con su padre, pretendiendo ser Esav, tuvo la oportunidad no una, sino varias veces para admitir que no era el [al menos yo alcanzo a contar cuatro].
Si bien el engaño no fue correcto, la siguiente pregunta es, ¿tenía la necesidad de? Mi opinión es No. Pues está escrito:
Bereshit [Gn] 25:22-23 Como los hijos se empujaban dentro de ella, dijo: —Si es así, ¿para qué he de vivir? Ella fue a consultar a HaShem, Y HaShem le dijo: —Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos que estarán separados desde tus entrañas. Un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.

HaShem ya había determinado que el hijo menor sería el «escogido», por decirlo de alguna manera. Entonces qué necesidad había de recurrir a un engaño. Además, Yaakob había conseguido de una manera justa la primogenitura. Tenía el derecho de recibir esa bendición. ¿Acaso buscó ayudarle a HaShem?
Sea cual fuere el móvil, Yaakob se deja influenciar por su madre para engañar a su padre. En su momento le preocupó el ser descubierto y recibir maldición, pero encontró refugio en su madre quien le brindó su protección.

Al final de este episodio, el patriarca tiene que dejar la casa de sus padres para ir en busca de esposa. Pero tambié con motivo de escapar de su hermano quien procuraba matarlo. De nuevo es su madre quien incide en sus acciones. Ribkah insta a su esposo para que este le pida de ir donde Laban en busca de pareja.

Yaakob abinu pudo salir de su parentela por decisión propia y sin preocupación alguna. Pero el hecho de no haber actuado de la manera más correcta, lo orilló a huir para no enfrentar a su hermano.
En este punto entramos a lo que nos ocupa. Yaakob, una vez estando en la tierra de su madre, obtiene el fruto de lo que sembró.
Bereshit [Gn] 29:16-26 Y Labán tenía dos hijas: el nombre de la mayor era Leah, y el nombre de la menor, Rajel. Y los ojos de Leah eran tiernos, pero Rajel era de lindo semblante y de hermoso parecer. Y Yaakob amó a Rajel, y dijo: Yo te serviré siete años por Rajel tu hija menor. Y Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti, y no que la dé a otro hombre; quédate conmigo. Así sirvió Ia’akob por Rajel siete años; y le parecieron como pocos días porque la amaba. Y dijo Yaakob a Labán: Dame mi esposa, porque mi tiempo es cumplido para que cohabite con ella. Entonces Labán juntó a todos los varones de aquel lugar, e hizo banquete. Y sucedió que a la noche tomó a Leah su hija, y se la trajo: y él entró a ella. Y dio Labán su sierva Zilpa a su hija Leah por criada. Y venida la mañana, he aquí que era Leah: y él dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Rajel? ¿Por qué, pues, me has engañado? Y Labán respondió: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor.

A partir de aquí, el patriarca comienza a vivir una serie de eventos desfavorables en su vida, con los se puede ver una especie de justicia. Tal como él engañó, así lo engañan a él. No una sino en diversas ocasiones.
Bereshit [Gn] 31:4-7 Ia’akob mandó llamar a Rajel y a Leah al campo donde estaban sus ovejas, y les dijo: —Veo que la mirada de vuestro padre ya no es para conmigo como era antes. Pero el Elokim de mi padre ha estado conmigo. Ustedes saben que he trabajado para su padre con todas mis fuerzas, y que su padre me ha engañado y que ha cambiado mi salario diez veces. Pero Elokim no le ha permitido que me hiciera daño.

Ponlo en paralelo con tu vida. Cuántas veces haz hecho algo de una manera no correcta para alcanzar un fin. En ello inviertes tiempo, esfuerzo y astucia. Qué decir de aquella ocasión en que te «vuelas» el semáforo en rojo para llegar antes a tu destino. Y si llegas a ser sorprendido, basta con recurrir a la famosa «mordida» para salir de ello. O qué sucede cuando en el trabajo o escuela, tienes que entregar ese pendiente, y al no cumplir, mientes o engañas para librar la llamada de atención.
Ten presente que, tal como en la vida del patriarca, eres conscientes de lo que haces, y se te hace fácil silenciar a esa vocecita que trata de corregirte.
Lo que no debes olvidar, es que la justicia se hará presente en algún momento. Cada una de tus acciones conlleva una consecuencia. Sea grata o no.

Jazak ubaruj!

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